viernes, 13 de enero de 2012

¡Ay la luna!.

Nunca se sabe la duración de la adolescencia en un hombre, puede ser eterna. Cuando era yo ya, un adolescente adelantado, las noches de luna llena siempre eran especiales. Notaba su energía calándome los poros insuficientemente abiertos de la piel. No digo mas, pura sensación de la aventura próxima. Si ademas era en invierno... el culmen, y no pregunten.
Ahora la busco y la encuentro de vez en cuando desde mi lente, protegido quizás del desvarío.
Pero siguen siendo.... momentos mágicos, momentos grandes.

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