miércoles, 8 de diciembre de 2010

Historias de un particular.

Cada día, sus pasos conducían inexorablemente hacía el mismo lugar mientras su mente vagaba por otros espacios, sus zapatos estiraban de él sin tensar la correa pero firmes y decididos. No es que odiara su destino, pero farfullaba alto de su hastío, le contaba a todo el que quisiera oírlo que algún día lo dejaría. Luego a la vuelta, con el descanso merecido a sus pies, lo olvidaba... y así días... meses... años. No entendía que le hacía volver, siempre repetidamente al mismo esquema diario. En sus pequeñas escapadas, descubrió el frío y hasta paso un ratito de hambre y volvía. No era un salto pequeño, era un gran salto, un salto a un espacio vacío que tendría que volver a llenar, cercita del fuego, la mandra le invadía y se dejaba llevar.
De repente un día como otro, me hablo de ti.


Me dijo que....

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